"Ceguera"
"Sosiego"
Arte y Vida
En el ajetreado y vertiginoso mundo en el cual habitamos, la velocidad de nuestras vidas se magnifica con el pasar del tiempo, el descanso, la reflexión, o el simple tiempo de quietud no es algo a lo que estemos acostumbrados, el sistema que nos rige nos ha dicho que todo lo que hagamos con nuestro tiempo debe ser productivo, que debe haber un resultado que justifique nuestra inversión de tiempo, y por tanto, buscamos que cada momento de nuestras vidas esté encaminado a este objetivo, la generación de algo evidenciable y útil que de sentido al tiempo que gastamos. Sin embargo, esto ha hecho que ya no se piense, nos ha convertido en autómatas sin voluntad que buscan un objetivo desesperadamente por la presión que la sociedad ejerce sobre nosotros, así pues, todo espacio de meditación, reflexión, o relajación se ha tomado como un malgasto de tiempo, mas que como una inversión de este.
Por consiguiente, cualquier dedicación de tiempo para nosotros mismos se ha marginado, las pocas veces que nos ponemos atención o que nos enfocamos en nosotros son por algún motivo de necesidad externa, no por un impulso propio desinteresado, y es en esta situación cuando un acto como mirarse al espejo cobra tanto significado.
La obra busca generar la acción de verse en el espejo de manera desinteresada, dejando de lado toda intención u objetivo que pueda propiciarla, el único motivo de realizar la acción es la acción misma, brindando al espectador y participe de la obra un momento de reflexión frente a si mismo, devolviendo a la vida esos momentos tan poco comunes de letargo, meditación y de concentración en nosotros por y para nosotros mismos. Se busca inducir a una reflexión frente al propio ser, sin embargo, esta va por cuenta de cada persona, no hay una reflexión acertada o correcta, su profundidad y significado es desconocido para todo aquel que no la haya vivido, y así ha de ser, no hay un objetivo concreto de la obra, más allá de la reflexión de cada individuo, la cual quedara para sí mismo.
Así pues, el espectador, al hacerse participante de la obra, se hace parte sustancial de la misma, así como el propiciante de esta; la obra no existe hasta que alguien se ubica frente al espejo, y desaparece cuando este se retira. Se podría decir que consta de tres fases o instancias, la primera es la persona misma que se sienta frente al espejo, la segunda es la transcripción gráfica de este ente tridimensional en la superficie bidimensional del espejo, que termina retratando al participante a manera de un cuadro momentáneo, y la tercera es la reflexión personal que desarrolla cada quién durante y después de haber sido participe de la obra.
Siendo que cada sujeto es un reflejo de la sociedad que habita, se busca llegar a una reflexión masiva del sistema social mismo, por lo que cada retrato y acción efímero se convierte en parte de un rompecabezas formado por cada uno de los participantes.